Vistas de página en total

viernes, 6 de marzo de 2015

UN SIMBOLO DE LA INGENIERIA

Personal de obra colocando las aspas del generador eolico en la Torre Eiffel

Cuando el Ing Gustave Eiffel comenzó a construir por encargo el monumento para la Exposición Universal de París de 1889 (en coincidencia con los festejos por el primer centenario de la Revolución Francesa), jamás imagino las críticas que recibiría de diversos sectores y destacadas personalidades artísticas, culturales y arquitectónicas de la Belle Ëpoque, donde resaltaban geniales figuras como Charles Garnier o Sully Proudhomme entre otros, que no dudaron en adjetivar y nombrar de todas las maneras negativas posibles a este "mastil de hierro, inútil y monstruoso".
Sin embargo, la visión de los dirigentes locales y del mismo Ing Eiffel, insertos en una sociedad donde la tecnología y los progresos técnicos marcaban fuertemente la agenda política  y social, permitieron seguir con este proyecto que duro casi dos años y se convirtió en un símbolo de la ingeniería que luego paso a ser un símbolo nacional, ostentando el record de estructura de mayor altura del mundo durante 40 años.
Este "esqueleto gigante falto de gracia" como lo denomino Guy de Montpassant, uno de los intelectuales que se opusieron a su construcción, se convirtió en el monumento mas visitado del mundo con 7 millones de turistas cada año, en un emblema de Francia y en un símbolo de la ingeniería nacional y mundial. Creo que ninguno de los actores contemporáneos a su creación ,tanto a favor o en contra, imaginó que 126 años despues seguiría maravillando a tantas personas alrededor del mundo.
Hoy, este símbolo vuelve al ruedo con toda sus fuerzas, generando mucho ruido. Como en el momento de su creación, la ingeniería tiene la culpa. A algún afiebrado se le ocurrió modificar ligeramente su interior agregando dos generadores eólicos para lograr sustentabilidad energética para los locales comerciales de su interior. Una vez mas una liga de intelectuales, artistas y personalidades salió a criticar duramente la idea. Sin embargo, la propuesta tuvo éxito y ya se esta implementando, en un contexto donde es necesario este cambio.
Los generadores, de unos 7 mts de longitud, se sitúan en el segundo nivel de la torre, optimizando la fuerza del viento, produciendo unos 10.000 kilovatios por hora, suficiente para el consumo de la tienda turística de la primera planta. La medida se encuadra en el Plan Climático de París y se suma al esfuerzo ecológico que ya presidió la renovación del primer piso el pasado octubre, exclusivamente iluminado por lámparas LED, de bajo consumo, y dotado de una disposición para reducir el gasto energético. Además, estas mejoras se acompañaron de un sistema de paneles solares, capaces de asegurar hasta el 50 % de la necesidades de agua caliente de los dos pabellones que acogen a los visitantes en el nivel inicial del monumento.
En resumen, acá estamos, en pleno 2015, y la Dama de Hierro (como la llaman los parisinos), una vez mas ha sido puesta en la picota. Como en el pasado, la emblemática Torre Eiffel deja de ser una atrayente visita turística para volver a levantarse como un símbolo de la ingeniería o, mas precisamente, de lo que significa la ingeniería. Con radiante belleza, nos recuerda a todos que la ingeniería va mas adelante que cualquier otra disciplina, pensando en el progreso y el desarrollo allí donde no lo hay, en generar soluciones donde existen problemas, en aportar innovación donde hay acostumbramiento.
Pero, por sobre todas las cosas, nos enseña que la ingeniería debe ser dinámica y maleable para lograr mejorar y optimizar el aprovechamiento de los recursos y las tecnologías acorde a las exigencias de los tiempos que corren. Ello implica luchar contra resistencias de todo tipo, y por eso los ingenieros debemos estar absolutamente preparados para estos desafíos, usando como hito esta maravillosa torre que nos recuerda diariamente desde 1889 el verdadero espíritu de esta profesión.